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Palabras malsonantes, soeces, groseras o vulgares. Las llamen como las llamen, a veces son la forma más precisa de expresar lo que queremos.

La tiranía de lo políticamente correcto y el buen gusto agota. Lo refinado, lo respetuoso, lo tiernecito y edulcorado pueden ser vías de expresión para quienes se rodean de belleza y esplendor. Pero por tener siempre y en todo contexto un lenguaje edulcoradamente pulcro no se es mejor persona, no se tiene mas dignidad ni se sube a otro nivel espiritual.

Para hablar de la suciedad social también se necesita la suciedad verbal. El lenguaje suavizado no puede mostrar una ardua realidad. Y, además, una ordinariez bien traída sienta de maravilla a la mente y al corazón.

Así que cuando algo es una mierda, es una mierda. Ni una caca ni un excremento. Una mierda como una catedral.

Cada palabra a su tiempo, sí. Y en su sitio.

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